El miedo te mantiene despierto,
alerta, nunca terminas de acostumbrarte a la sensación de estar en peligro.
Pero ahora eso había desaparecido, lo único
que había dado sentido a nuestra vida ya no estaba, y sólo cabía pensar ¿ahora
qué? Durante mi corta vida sólo había experimentado miedo, miedo a que Los
Extraños nos encontrasen, pero ahora mi madre aseguraba que ya no estaban, que
se habían ido y que nosotras estábamos seguras. Seis meses pasamos en Thornton
intentando acostumbrarnos a nuestra nueva realidad: tener nuestra propia casa
por primera vez era emocionante, aunque esta fuese vieja y no tuviese apenas
muebles, hicimos lo posible para intentar hacerla lo más acogedora posible e
incluso pudimos rescatar unas vieja cama del desván y colocarla en el piso de
arriba para que Clara tuviese un dormitorio bonito. Esta experiencia era nueva
para nosotras y fue divertido... al principio.
Después de lo sucedido en el
bosque, Clara y yo pasábamos demasiado tiempo solas en casa, una casa que de
pronto se nos antojó oscura y fría, demasiado grande para dos niñas. Los
Extraños ya no estaban, sólo quedaba esa casa que nos ahogaba día tras día. Mi
única forma de escapar de allí era leyendo, en esos momentos podía imaginarme
que yo era Jim Botón y que podía irme con Lucas el maquinista a salvar a la
emperatriz de la China. Tal vez la lectura me absorbía demasiadas horas, o eso
provocaba que me pasase el resto del día distraída, pero el caso fue que esto
comenzó a molestar a mamá.
Ella siempre había sido una
persona nerviosa, pero eso era normal, solía decirme a mi misma, porque ¿quién
no lo estaría si tiene que estar constantemente pendiente de proteger a su
pequeña familia? Mamá no soportaba la música, tampoco que se le hablase
demasiado alto, los ruidos repetitivos como el de un reloj llegaban a sacarla
realmente de quicio. Cuando comenzó a trabajar ayudando a la señora Hyland,
todas estas pequeñas manías se acrecentaron: llegaba a casa furiosa, golpeando
las paredes y los muebles. Verme leyendo hacía que comenzase a gritarme, se
ponía completamente histérica y eso era raro, muy raro, porque mamá nunca nos
había regañado, jamás nos había hablado más alto de lo normal ni había sido violenta
con nosotras.
El primer día que esto sucedió,
no pude evitar salir corriendo para esconderme de ella, porque esa no era mi
madre, no era la persona que yo siempre había estado conmigo. Me pasé horas
llorando en un rincón de uno de los cuartos de arriba que nunca se utilizaban,
hasta que Clara me encontró y vino a abrazarme.
-¿Qué le pasa a mamá, Emma?
-No lo sé Clara, está…diferente.
Está cambiando, ella no era así antes ¿verdad?
-Me da miedo, a veces nos mira
como si no nos conociese-dijo Clara. Yo tenía que cuidarla ahora. Si nuestra
madre no podía hacerse cargo de nosotras, yo podía apañármelas bien, pero Clara
siempre había sido una niña mucho más sensible, mucho más miedosa que yo, y si
se quedaba sola, no sé qué podría ser de ella.
Poco a poco, nuestra madre fue
empeorando. Nos encerraba en casa cuando
se marchaba y volvía muchas horas más tarde
de las que debería, gritando, furiosa con cualquier cosa que se le pusiera por
delante. Me di cuenta de que era absurdo tener miedo ya a Los Extraños, ahora
el peligro venía desde dentro de nuestra familia, mamá ya no era nuestra madre,
era una persona completamente desconocida que ya no nos quería, que muchas
veces ni siquiera nos reconocía. Nos acostumbramos a escondernos cada vez que
ella llegaba y así, era un poco menos duro soportar esos momentos. Yo me había
convertido en el mayor apoyo de Clara ahora, puesto que tenía que actuar como
su madre. Me encargaba de cuidarla, de
protegerla y a la vez, tenía que mantener la casa más o menos limpia e intentar
cocinar para nosotras. Toda la responsabilidad de nuestra pequeña y extraña
familia había recaído sobre mí.
Yo pensaba que mamá había
cambiado su forma de ser por nuestra culpa. Seguro que habíamos hecho algo
malo, pero si nos portábamos bien con ella, aprendíamos a no tenerle miedo y
hacíamos todo como ella quería, todo volvería a la normalidad. Así que un día,
animada por esta resolución, me propuse preparar algo para que pudiésemos cenar
las tres juntas y si hacíamos esto por ella, seguro que así nos perdonaba.
Entre mi hermana y yo preparamos la cena lo mejor que pudimos y adornamos la
mesa. Esto nos mantuvo entretenidas toda la tarde, hasta el momento en que
vimos aparecer a nuestra madre por la puerta.
Su aspecto era absolutamente lamentable:
tenía la cara llena de lágrimas y desencajada, la ropa sucia y descolocada, era
la imagen de una mujer completamente abatida. Al vernos, corrió a abrazarnos
llorando:
-¡La señora Hyland me ha
despedido hijas mías! Ya no quiere que siga trabajando más para ella, que
parezco una persona inestable dice, ¡inestable yo!- su llanto iba volviéndose
cada vez más histérico- ahora no sé cómo voy a poder conseguir comida, cómo
vamos a seguir aquí, a salvo, Ellos nos encontrarán, nos encontrarán y os
llevarán de mi lado, ¡no querrán que estemos juntas! - diciendo esto, se marchó
hacia su habitación, llorando.
-¿Y ahora qué va a pasar con
nosotras?- me dijo Clara, sus ojos llenos de lágrimas, el miedo llenaba por
completo su pequeño rostro.
-No lo sé Clara, no lo sé…
Una situación así para una niña
de catorce años es algo absolutamente antinatural, así que poco recuerdo de los
días que siguieron después de este suceso. Andábamos como fantasmas por la
casa, esperando el cariño y la compañía
de una madre que había desaparecido tras la puerta de una habitación. La comida
que teníamos empezó a terminarse poco a poco, sin que nadie trajese más a casa,
y lentamente, Clara y yo comenzamos a morir de hambre. Pasábamos muchas horas
al día durmiendo, sin apenas hablar, la noche y el día perdieron su sentido. El
dolor sordo del hambre nos acompañaba hora tras hora, pero pronto nos sentimos
tan débiles que esto también dejó de tener importancia. Supongo que de forma
inconsciente, asumimos que estábamos muriendo, que aquella enorme casa
silenciosa sería nuestra tumba para siempre, sin que nadie supiese nunca que
estábamos allí.
No sé qué fue lo que me despertó
de repente un día, pero tenía la certeza de que algo iba mal. Levantarme de la
cama me provocó nauseas, me palpitaba la cabeza a causa del hambre, pero tenía
que comprobar si Clara estaba bien. Apoyándome
en la pared, conseguí llegar hasta su habitación. Aparentemente la niña dormía,
pero al acercarme, pude comprobar que respiraba trabajosamente y estaba ardiendo de fiebre. Mi hermana
necesitaba ayuda y yo era la única que podía ofrecérsela. Jamás había estado
sola en el exterior de esta casa ni de ninguna otra en la que habíamos estado,
pero tendría que ir hasta el pueblo y encontrar alguna persona que pudiese
hacer algo por mí.
Reuniendo las pocas fuerzas que
me quedaban conseguí salir de casa. El bosque me parecía ahora un conjunto de manchas
borrosas, el suelo bajo mis pies se movía pero tenía que seguir adelante. Llegando
ya a la linde del bosque los vi: allí estaban los niños que Clara y yo habíamos
visto jugando hacía ya no sé cuánto tiempo. Si lograse acercarme a ellos lo
suficiente… Uno de ellos me miró y comenzó a decirme algo, pero un pitido agudo
inundaba mis oídos, y el suelo estaba cada vez más cerca de mí.
-Ayúdanos- conseguí susurrar
antes de que todo se volviera negro.
Cuando desperté estaba en una
habitación blanca, en una cama extraña y conectada a distintas máquinas. Nunca había
estado en un lugar así, pero por lo que había leído, supe que se trataba de un
hospital. Segundos después me di cuenta de que en una de las esquinas de una
habitación había un hombre, un hombre que yo no conocía y que sin embargo me
resultaba extrañamente familiar. Se acercó lentamente hacia mí y me dijo:
-Hola Emma, ¿te acuerdas de mí?
-¿Papá?- de pronto todo encajó en
mi cabeza y supe que ese hombre era mi padre, el padre desaparecido que llevaba
toda una vida esperando conocer. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, los
dos nos abrazamos llorando, incomprensiblemente me sentía feliz, a salvo por
primera vez en mucho tiempo, pero había muchas preguntas en mi cabeza que
tenían que ser contestadas.
-¿Dónde está Clara? ¿Está bien?
¿Y mamá? ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Y dónde has estado tú todo este tiempo?
-Calma pequeña, todo tiene su
explicación y vas a enterarte de todo.
Clara estaba muy enferma, aunque los médicos han dicho que se pondrá bien
pronto, está en este mismo hospital. Por lo que me han dicho llevas tres días
ingresada aquí, yo he llegado esta misma mañana, y aun no puedo creer que esté
viendo a mi niña después de todo este tiempo…
-Pero ¿y mi madre? No entiendo
nada, quiero saber qué está pasando y porqué estás aquí ahora…- las lágrimas
inundaban mis ojos y cada vez me dolía más la cabeza, era imposible comprender
esta situación.
-Verás Emma, es una historia muy
larga, que deberías haber sabido hace mucho tiempo. Si tienes paciencia y
quieres escucharme te lo explicaré todo:
“Conocí a tu madre en Inglaterra,
fui a vivir allí por un trabajo y nos conocimos por casualidad. Después de eso,
nos enamoramos perdidamente y nos casamos no mucho tiempo después. Tu madre
siempre había sido una persona peculiar, con manías curiosas, a las que yo no
di más importancia. Cuando nos casamos fuimos a vivir a Madrid, mi trabajo en
Inglaterra había terminado y yo tenía que volver a España. Tu madre poco a poco
empezó a experimentar un gran cambio. Se volvió distante, extremadamente
nerviosa, se asustaba por cualquier cosa y tenía fuertes episodios de histeria.
Su familia me confesó que ella padecía de un trastorno mental desde pequeña,
que ellos se habían empeñado en esconder, no queda bien en sociedad tener una
hija loca. Su familia de desentendió de ella y yo, que la quería con toda mi
alma, hice lo posible para que ella volviese a estar bien y fuese la de
siempre. Visitó a los mejores médicos, acudió a largas terapias y le recetaron fuertes medicaciones y después de
eso, todo pareció volver a la normalidad, o eso me empeñé en creer.
Tú naciste poco después y fueron
unos años verdaderamente maravillosos. Cuando nació tu hermana, tu madre volvió
a recaer, y su estado era muchísimo peor de lo que había sido hasta entonces. Un
día, desapareció y también vosotras. Vivía acosada por una paranoia que la
hacía creer que yo os iba a hacer daño, por eso debió huir.
A partir de ese momento, os he estado buscando
por todas partes junto con la policía, tu madre lo ha hecho verdaderamente bien
para esconderos en los últimos meses, nunca se nos ocurrió que hubiera podido
traeros a Inglaterra, y seguimos buscando en vano por España. Cuando ingresasteis,
se avisó a las autoridades, averiguaron quién era vuestra madre y por eso pude
llegar hasta aquí”.
Mi cabeza daba vueltas, ¿mi madre
había estado loca toda la vida? Toda mi existencia se había basado en huir de
Los Extraños, y era imposible asumir ahora que esos extraños fuesen mi padre y
la policía que intentaba buscarnos para ponernos a salvo. La situación era tan
sumamente absurda y coherente a la vez que, incapaz de aguantar toda la presión
y agotada por el esfuerzo, me desmayé en un remolino de colores, gritos e
imágenes confusas.
Han pasado ya cuarenta años desde
entonces. Clara y yo fuimos a vivir con mi padre, una situación extraña a la
que tardamos mucho tiempo en acostumbrarnos. Necesitamos la ayuda de psicólogos
durante muchos años para adaptarnos a una sociedad que habíamos desconocido
siempre, para asimilar que habíamos vivido en una fantasía creada por una mente
demente.
Nuestra madre pasó el resto de su
vida en una institución para enfermos mentales, no llegó a recuperarse nunca
después de la experiencia de Thornton. Mi hermana Clara, que siempre había sido
mucho más sensible que yo, nunca llegó a superar este trauma. Tal vez por eso,
o porque había heredado algo de la locura de mi madre, esa niña dulce cambió
por completo y nunca ha llegado a ser psicológicamente estable.
En cuanto a mí, creo que puedo
estar satisfecha por como estoy hoy en día. Conseguí llevar una vida más o
menos normal, aunque no me abandonan las pesadillas, me acompañan todas las
noches. Sueño que hombres sin rostro me persiguen y sólo puedo huir, huir hacia
una enorme casa en ruinas, a sabiendas
de que será mi prisión para siempre.
0 comentarios:
Publicar un comentario