A modo de entrevista se nos presenta la visita de esta escritora
de poesía, Juana Castro, una mujer que desde el principio, demuestra que hay
algo especial en ella. Algo tan simple como contarnos su vida, se transforma en
escenas, en momentos sacados de una película. Su historia la refleja como una
mujer fuerte, una mujer con una vida complicada y dura, consciente del
conflicto social entre hombres y mujeres de su tiempo y que gracias a su madre,
una persona sencilla y analfabeta, pudo ver que había otra alternativa, que
podía llevar una vida diferente y terminar dedicándose a algo tan especial como
la poesía.
A lo largo de esta entrevista, comparte con nosotros varios de sus poemas como “Agacharse”
o “El potro blanco”, que consiguen que actos pequeños y cotidianos parezcan
hazañas o situaciones dignas de mayor importancia. “¿Qué función tienen las
imágenes en tus poemas?” pregunta la entrevistadora, porque si hay algo que ha
quedado claro después de escuchar sus poemas, es la facilidad con la que la
imagen de lo que está sucediendo en ese poema aparece en nuestra mente. Ella considera
que las imágenes siempre han tenido importancia para ella, porque son una forma
indirecta y poética de decir las cosas, sus principales recursos a la hora de
escribir son las imágenes, la música y el ritmo, los temas sobre los que
escribe se le “imponen” de alguna forma, de ahí que algunos de ellos reflejen
todo el dolor de experiencias por las que ha pasado.
La visita de esta escritora ha sido especial, su forma de
hablar, de recitar, me atrapó desde el primer momento y sobretodo me parece
digno de admirar la modestia con la que después de leernos sus poemas, hablaba
de ellos,explicándonos la historia que había detras de ellos o a qué personas estaban dedicados. Si tuviese
que elegir un motivo por el que digo que la poesía no me gusta, posiblemente
será el hecho de que me resulta difícil entender el significado de los poemas
bastante a menudo, algo que gracias a las imágenes de Juana Castro, desapareció
mientras ella recitaba, llegando realmente a emocionarme.
Me gustaría dejar aquí por último un poema incluido en su
libro Del dolor y las alas, dedicado
a su hijo:
Mis seis
años, Señor, y ni un almendro.
Ni una copa de luz para mañana,
ni una piel de león para la huida.
Un niño sin sonrisa es un desierto.
Me has barrido de flores
y un huracán siniestro me adelgaza los pies,
el paladar y el sueño.
La espalda es una curva que sujeta mi madre
y no sé ni llorar, porque el dolor me anega como un grito.
Mis hermanas están frente a la aurora
con un panal abierto en las rodillas.
Yo me miro las cuencas maduradas
y te clamo ¡Señor! porque tu nombre verde
es el único tallo que sostengo desde que el mar me muerde y me vendimia.
Ni una copa de luz para mañana,
ni una piel de león para la huida.
Un niño sin sonrisa es un desierto.
Me has barrido de flores
y un huracán siniestro me adelgaza los pies,
el paladar y el sueño.
La espalda es una curva que sujeta mi madre
y no sé ni llorar, porque el dolor me anega como un grito.
Mis hermanas están frente a la aurora
con un panal abierto en las rodillas.
Yo me miro las cuencas maduradas
y te clamo ¡Señor! porque tu nombre verde
es el único tallo que sostengo desde que el mar me muerde y me vendimia.
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